Investigadores señalan que la hormona sexual masculina
provoca conducta de búsqueda de estatus, pero no agresión
La gente asocia la testosterona con la agresividad, pero la hormona sexual
masculina en realidad fomenta un sentido de juego limpio, según sugiere un
estudio reciente.
La testosterona no causa agresión, afirmó el líder de la investigación, Michael
Naef, del departamento de economía de Royal Holloway en la Universidad de
Londres. Pero sí lleva a «conducta de búsqueda de estatus a o intentar
asegurar el estatus propio», apuntó.
Dicha conducta de búsqueda de estatus puede incluir agresión, además de otras
conductas adecuadas para situaciones particulares, señalaron los
investigadores.
Pero también encontraron que las preconcepciones de la gente sobre la
testosterona, en lugar de la hormona en sí, podrían causar que se comporten de
manera antisocial e injusta.
Para el estudio, el equipo de Naef asignó al azar a 121 mujeres para que
recibieran testosterona o un placebo. Entonces, las mujeres participaron en un
experimento en que se les pedía distribuir dinero.
El dinero podía ser distribuido de forma justa o injusta, y las participantes
podían aceptar o rechazar una oferta. Mientras más justa era la oferta, más
probable era que la aceptaran. Si no se podía llegar a un acuerdo, nadie ganaba
ningún dinero.
Las mujeres que recibieron testosterona hicieron ofertas más justas que las que
recibieron el placebo, encontraron los investigadores.
Sin embargo, las mujeres a quienes se informó que habían recibido testosterona
fueron más agresivas, independientemente de si habían recibido la hormona o no,
señalaron los investigadores. Esas mujeres hicieron ofertas injustas de manera
continua.
Naef apuntó que los efectos observados en las mujeres serían similares en los
hombres. «Los efectos de la testosterona son muy similares en ambos
sexos», explicó.
«Preguntamos a las participantes cómo cambiaba la testosterona su conducta
y todas se equivocaron. La mayoría dijo que las hacía agresivas y
antisociales», apuntó Naef. «Es más complicado.
El mito sobre la testosterona parece inducir la agresión, declaró Naef.
«La gente que cree que recibió testosterona se comporta de manera mucho
más agresiva y antisocialmente, en comparación con las personas que piensan que
han recibido un placebo», apuntó.
Además, la interacción entre la testosterona y el ambiente influye sobre el
efecto de la testosterona, añadió. En el ambiente del experimento de
negociación, la testosterona causó conducta prosocial, señaló Naef.
«Pero en una situación más hostil, como en prisión, la testosterona podría
causar conducta agresiva porque ser agresivo en prisión podría asegurar el estatus
o lograr un estatus alto», comentó.
El informe aparece en la edición en línea del 8 de diciembre de la revista
Nature.
Otro experto, George Wilson, profesor asociado de sociología de la Universidad
de Miami, dijo que el estudio «habla sobre el papel doble que la biología
y el ambiente desempeñan en la estructuración de la conducta, aunque la
biología parece funcionar de manera inesperada».
Wilson añadió que «somos animales complejos, animales simbólicos, no nos
dirige la biología pura».
Wilson declaró que los desafíos al estatus pueden ser una potente fuerza
cultural. «Funcionan en nuestra conciencia y preconciencia de maneras que
no siempre vemos», aseguró. «Somos criaturas que buscan
estatus».
En nuestra sociedad, la agresión es una conducta sobre todo masculina, lo que
podría explicar la manera en que la testosterona, la hormona sexual
preponderantemente masculina, se ha convertido en sinónimo de agresión, notó
Wilson.
«La gente orienta su conducta según un mito cultural», apuntó.
«También habla sobre las potentes fuerzas socioculturales en nuestra
sociedad».