Cirujanos cardiovasculares están utilizando una técnica
de frío extremo que les permite detener el corazón del paciente para someterlo
a una cirugía y posteriormente resucitarlo.
La arriesgada técnica está siendo perfeccionada por los especialistas del
Hospital New Haven de la Universidad de Yale, en Estados Unidos.
Se trata de someter la paciente a una hipotermia inducida para enfriar el
cuerpo de su temperatura normal de 37ºC a sólo 18ºC.
Esto permite al cirujano superar las dificultades de operar en un corazón con
latidos. Porque el paciente, explican los médicos, queda en un estado similar a
alguien que ha muerto.
«El cuerpo en esencia queda en un estado de animación suspendida, sin
pulso, sin presión arterial, sin signos de actividad cerebral» explica a
la BBC el doctor John Elefteriades, cirujano cardiovascular que participa en la
investigación.
El objetivo, agrega, es que mientras el frío disminuye los procesos corporales
los cirujanos tienen la oportunidad de llevar a cabo la operación antes de que
se llegue a un riesgo de daño cerebral en el paciente.
Una vez que se completa la cirugía se calienta al paciente y si reinicia su
función cardíaca con un desfibrilador.
«Realmente no tenemos espacio para errores o fallos, porque serían
catastróficos» dice el doctor Elefteriades.
«Es la técnica más fascinante a la que me he visto expuesto en medicina, y
cada vez me parece un milagro que funcione», agrega.
Espada de doble filo
Para los cirujanos cardiovasculares como el doctor Elefteriades, operar en un
corazón latiendo presenta un obvio desafío. Algunas operaciones
cardiovasculares no sólo son difíciles sino imposibles si no se logra aislar o
detener al corazón.
Los cirujanos pueden provocar paro cardiaco para detener el corazón, pero en
circunstancias normales, deben utilizar una bomba cardiopulmonar para
reemplazar la función de estos órganos durante el tiempo que dura la cirugía.
Esta técnica es comúnmente utilizada y se le considera de rutina.
Pero cuando no es posible utilizar la máquina cardiopulmonar, la hipotermia
inducida ha demostrado ser una poderosa alternativa.
Para el doctor Kevin Fong, especialista en anestesiología del Hospital de la
Universidad de Londres, es una técnica «fascinante, es poder manipular el
momento de la muerte y burlarse de ella».
«Al colocar el cuerpo en una especie de cámara lenta metabólica también se
puede lentificar el proceso de morir, lo cual ofrece a los médicos y pacientes
tiempo muy valioso».
Pero también, dice el experto, es una «espada de dos filos».
El enfriamiento extremo del cuerpo pone al paciente tanto en riesgo de morir
como de curarse y el cirujano tiene que negociar esos peligros.
Por eso la hipotermia profunda no había sido una técnica muy popular. Pero
ahora todo podría cambiar porque ofrece a los cirujanos el potencial de llevar
a cabo operaciones que sin ella serían imposibles.
Por ejemplo, se le puede utilizar en procedimientos ahora inoperables como las
lesiones cerebrales de neonatos, paro cardíaco y traumas graves.
Salvavidas
Uno de estos casos fue el de Esmail Dehzbod, quien necesitaba una complicada
reparación de los grandes vasos sanguíneos que rodeaban su corazón para
prevenir una ruptura fatal provocada por un aneurisma en la aorta.
Para salvarle la vida era absolutamente necesario operarlo, pero si se le sometía
a un paro cardíaco inducido había riesgo de no poder reanudar su función.
Por eso el doctor Elefteriades decidió colocar el corazón del señor Dehzbod en
suspensión con hipotermia inducida.
El procedimiento lo dejaría en un estado de muerte pero, crucialmente,
lentificaría sus procesos metabólicos para poder llevar a cabo la reparación
antes de que el proceso de muerte se volviera irreversible.
«Estas increíbles hazañas quirúrgicas son una carrera contra el reloj de
la vida» dice el doctor Fong.
«Los riesgos son enormes, pero para el señor Dehzbod no existía una mejor
alternativa. Y extraordinariamente, su operación fue muy exitosa y pudo ser
resucitado».
Accidente
Este tipo de avances médicos, como la hipotermia inducida, a menudo emergen con
un accidente.
Hace unos 11 años, Anna Bagenholme, una esquiadora de 29 años, cayó a través de
una capa de hielo que cubría un barranco en Noruega.
Su corazón se detuvo durante más de tres horas y su temperatura corporal cayó a
13,7ºC.
Los expertos creen que éste es el paro cardíaco más largo y más frío del que se
tiene registro. Y el hecho de que la esquiadora sobreviviera el accidente fue
extraordinario.
«Su caso alteró el concepto de la vida y la muerte y demostró que la
muerte en sí no es un evento sino un proceso» dice el doctor Fong.
«Un proceso que puede ser manipulado para nuestro provecho».
«Aunque la idea del enfriamiento extremo para salvar vidas podría parecer
simple, es una técnica muy poderosa y enigmática y tiene el potencial de
mantener la esperanza donde en el pasado ya no quedaba nada», agrega.